domingo, 26 de octubre de 2008

Un bosque llamado Cebrián



Hace un año, se marchó de forma injusta y súbita, Juan Antonio Cebrián. Es difícil a quien no lo haya conocido, explicar que sentí y sigo sintiendo, con su ausencia Cuando alguien tan grande como Juan Antonio, muere, es cuando sabes realmente, que injusta es la Vida. Un amigo para cientos de miles de seguidores de su labor profesional y convertido incluso en vida, en objeto de culto e inmensa admiración. Doce largos meses, si ti Juan Antonio.

Yo soy Murciélago, ya que a sus fervientes seguidores de su programa de Radio en Onda Cero, en las madrugadas, llamado Turno de Noche, debido al horario de madrugada, Juan Antonio Cebrián, nos llamaba a sus oyentes, Murciélagos, ya que viviamos en la noche. Este programa fue el cimiento del afamado espacio radiofónico, La Rosa de los Vientos también dirigido y persaentado, por Juan Antonio Cebrián.

Sin duda otro de mis Favoritos. Aquí su Web oficial y toda su Obra. Un ejemplo, la Rosa de los Vientos del que algunos, y son muchos, consideran como el mejor programa de Radio, hecho nunca en este país, Convertido en todo un fenómeno de culto con cientos de miles de seguidores fieles desde hace más de una década.

Hasta que J. A. Cebrián falleció de forma injusta. Aquí en este humilde Blog, mi homenaje, y tributo, tras conocer su muerte.

Todavía seguimos aquí, mi capitán. Todos juntos. Sigue tu Rosa de los Vientos. Seguimos, que nos es poco. Gracias por todos los grandes momentos que me has regalado, la compañía que me has dado y lo mucho, que he aprendido contigo. Gracias por todo. Hoy escribiendo estas líneas, se me ha nublado la vista otra vez, y se me caen las lágrimas. Recuerdo la conmoción en todos los foros de la red, aquellos días, cuando todo se inundaba de comentarios de Rosa Venteros. Cientos de miles de mensajes, hacia ti. Todos de agradecimiento. Era muy grande lo que hacías y mucho más grande, lo que nos regalabas y tu gran legado.



Solo los Buenos, mueren jóvenes

Sigue tu obra, tus libros, tu programa da radio. Todo sigue como si no te hubieses marchado. Incluso grandes iniciativas de tus seguidores, como: Un bosque llamado Cebrián. Una tarea tan bonita, que demuestra como llegaste al corazón de todos nosotros. En verano, julio más o menos, alguien de esta iniciativa tan bella, me mandó un mail y que a ver si en este Blog, podía colaborar humíldemente, con la publicación de una información, sobre la iniciativa de un certamen de relatos cortos, cuentos breves, sobre, Un Bosque, llamado Cebrián. Debo decir, que cuando regresé de vacaciones, mi cuenta estaba inundada, de mails varios.

Y era septiembre y el plazo de remisión de escritos, estaba acabado. Me dolió mucho ver aquél correo, cuando ya era tarde, mi humilde ayuda a difundir el mensaje. Así que aún sabiendo que ya es tarde con lo del certamen literario, no lo es con la iniciativa del Bosuqe llamado Cebrián. Así que os invito a conocer esta iniciativa, y nada mejor que visitar su Web oficial, desde el link, anterior.

Como no pude colaborar con la iniciativa de colocar un banner y algún comentario difundiendola, debido a las vacaciones y que en dos meses, no miraba mi cuenta de correo de este blog, intentado desconectar lo máximo posible de los temas de política, que habitualmente se tratan en Cabezones, decidí aquel el día que vi ese mail, que demandaba cortésmente a mi persona colaborar como Rosa Ventero que soy, decidí colaborar escribiendo un relato corto, sobre el Bosque de Cebrián. De esta forma, quiero subsanar mi falta de diligencia, con esta iniciativa literaria y con Juan Antonio.

Aquí os lo dejo. Nunca he escrito una historia, ni un cuento, ni nada. Solo algunos artículos musicales hace mucho tiempo. Juan Antonio se lo merece y todo lo que le rodea, también. Así que esta es mi humilde aportación dedicada a todos y cada uno de los Rosa Venteros existentes en este planeta, Azul y Verde, y su equipo de colaboradores.

Como gran divulgador que es Juan Antonio sobre la ecología,Ciencia e Historia, mi humilde relato es un agradecimiento a su labor con la divulgación de la historia. Y se lo dedico especialmente a su familia, amigos y sobre todo a su Mujer y su hijo, Alejandro. Es un relato de un Rosaventero con todo mi respeto, a su familia que creo, que todos los rasaventereos, sabremos entender.

! Fuerza y Honor !

... ... ...



Ven y Abrázanos


Me desperté al sentir la luz del sol. No me despertó su luminosidad, ni su calor. Fue el sentir la luz dentro de mí. Me sorprendió, nunca sentí nada parecido. Abrí los ojos. No recordaba nada. Y allí me encontraba.

En medio de un Bosque. Recostado en su alfombra verde que me confortaba. Sin recordar nada. Solo una sensación, extraña. Me sentía bien. Como nunca me había sentido. Notaba el aire, los olores, los colores. Todo, pero de forma diferente. Entraban en mi cuerpo, sentía los colores, distinguía los olores dentro de mi corazón. Era sorprendente. Una paz interior y una conexión con él todo y todo, cuanto me rodeaba. No recordaba nada. Ni si quiera quien era yo y, como llegué allí.

Observé el bosque donde me encontraba. Era inmensamente bello. El más bello jamás imaginado, ni visto por nadie. Nunca había observado nada tan bello pero tampoco, recordaba nada. Era posible que ya hubiese estado allí antes y, tampoco lo recordaba. Me desconcertó no recordar nada en absoluto. Ni si quiera sobre mí y sin embargo, tener la sensación y la certeza, que el bosque formaba parte de mí. Que yo era el bosque y el bosque, era yo.

La luz era especial. No recordaba otra luz diferente. No recordaba nada. Pero sentía la luz como especial, sin ningún atisbo de duda. Entraba por mis poros hasta el interior y me hacía sentir, una paz y espiritualidad que aunque no la recordaba, sí sabía de forma certera y absoluta, qué era lo que sentía en este momento. Como si siempre hubiera estado allí. Dentro de mí, De mi ser. De mis pensamientos. Intentando reconocer las sensaciones y recordar como había llegado hasta allí, me vino un solo pensamiento. Buscaba un lugar. Pero no sabia cual. Ante la magia del bosque pensé, debe ser este. No hay duda. Pero no recuerdo nada.

Fue el viento que al acariciar mi mente, quien me hizo levantarme del regazo del bosque en donde me hallé, sin saber como. Y decidí caminar. No tenía dolor ni malestar. Los árboles eran inmensos y la frondosidad del bosque, infinita. Encontré un pequeño sendero. Decidí caminar y ver a donde me llevaba. Caminé mucho tiempo. Aunque no sabía determinar, cuanto. El tiempo transcurría no había duda, pero no lo sentía como tal y menos, precisar.

Al llegar a un arroyo, decidí acercarme y ver mi rostro reflejado en su agua, lo más parecido aun espejo, que nunca vi. Estaba seguro de esto. Toqué primero el agua, sabía lo que era, y esta, entró en mi ser. La sentía en todo mi cuerpo. No tenía sed y ni si quiera había bebido. Solo que el agua, me llenaba de energía con solo tocarla. No bebí. Solo me asomé al abismo de mi duda. Ver mi cara reflejada. Y allí estaba yo. Era un reflejo de mí. Era yo sin duda. Me reconocía. Lo que no sabía quien era. No lo recordaba. Esa sensación sí, me era familiar. Eso sí lo recordaba. Era una certeza. Estaba seguro. Buscaba un Lugar.

Pensé que seguramente, buscando este lugar, otra cosa que sabía es que siempre lo había buscado. Que en mi búsqueda del mismo, llegué a ese bosque, inmenso de belleza. Que posiblemente, llegó la noche, me sorprendió el cansancio y quedé rendido, al sueño. Mi mente era analítica. Siempre lo fue. Era otra certeza, de las pocas que en ese momento, poseía. Mire mi ropa, y era normal. No era propia del mi siglo. Era del siglo de las luces. Del siglo de los descubrimientos y la ilustración. Cuanto más seguro estaba de una cosa, más me desconcertaba, lo que no recordaba.

Continúe por en sendero. Hasta que llegué a su final. Pensé, cuanto diferente si hubiese escogido seguir ese sendero, pero en sentido contrario. Pero sentía de forma precisa, que ese era el sentido del sendero. El correcto. No recordaba nada. Solo lo apuntado hasta el momento. Esto, también lo sabía de forma certera. Fue cuando me asaltó la necesidad de volverme en sentido contrario. Deshacer mi camino, e ir al otro final del sendero. O sería aquel el principio, o al revés?

La duda me produjo miedo. Ahora recordaba el miedo. Poco a poco, iba recordando cosas. De momento, solo sensaciones. Su fantasma. Esa sensación horrible, del miedo. Es cuando oí la voz.

- Ven, no termas nada. Llevamos mucho tiempo esperándote. Y no solo, nosotros.

Al principio, no lo reconocí. Pero sabia que era, una parte de mí. Su voz, sus ademanes, su figura, su cara. Era él. Pero no sabía quien era.

- Ven. Sígueme. Te lo explicaré todo, en breve. Cuando estemos todos juntos, por fin.

Me acerqué a la extraña figura. Me sorprendió, su escasa estatura. No más de un metro sesenta o, incluso menos. Pero aquella persona, era algo propio, de mi. Lo sentía de mi propiedad. Era una parte de mí, sin ninguna duda. Pensé, debe ser un amigo, un conocido, un familiar. Al menos tenía la esperanza que en breve, tendría respuestas.

Cuando lo miré a los ojos, su mirada penetró dentro de mi ser. Como todo en aquel mágico bosque. Seguía si recordar nada. A lo mejor las sensaciones que no recordaba, eran similares. No lo sabía. Y le pregunté.

- Caballero, acaso me conoce. No se quien soy, ni que hago aquí.

- Claro que te reconozco. Sabes tanto de mí, como yo mismo.

- No le entiendo. Necesito su ayuda.

- No necesitas saber sino antes, encontrar.

- Sí, saber, conocer. Dígame quien soy y qué hago aquí.

- Tú eres un Maestro.

- Un Maestro?. Solo me dice que soy un Maestro.

- Sí, eres un Maestro. Auqnue, eso no importa ahora.

- Necesito más. Claro que importa. Igual tengo una familia, amigos, padres, mujer e hijos.

- Pronto lo entenderás, todo. No seas impaciente. A su debido tiempo. Sígueme. Allí donde te llevo, están todos esperándote.

- A donde?

- Al valle e el centro del bosque. Es donde nos reunimos todos, siempre.

- Quiénes son todos?

- Personas como tu y yo.

Y comenzamos el nuevo camino hacia el valle, juntos. Era raro. Sabía quien era. Incluso podía ser mi padre o, mi hermano. Intuía que la conexión personal era clara. Reconocía su forma de andar, de expresarse, su cara, su voz. Hasta su forma de sonreír y mirarme. Hasta como en vez de indicarme, me ordenaba con voz, de mando. El camino fue breve. A los pocos pasos, vi el valle que se encontraba escondido, en el interior del bosque. Si el bosque resultó ser mágico. el valle también. Y allí, estaba la cabaña. Una cabaña de madera. Grande y espaciosa, Y mi acompañante, me invitó a entrar.

Dentro estaban todos. A todos los reconocí, al momento. Todos eran parte de mí. Lo sabía todo de todos, los presentes. Lo que no recordaba nada y no podía expresarlo, pero lo sabía todo. Era extraño, sin duda. Me invitaron a sentarme junto a ellos, a la mesa. Las velas proporcionaban la luz adecuada para la conversación.

Todos me abrazaron. Un abrazo sincero de cada uno. Sentido en mis entrañas. Eran sin duda amor. Amor por el congénere. Por el amigo. Sentí agradecimiento de todos, en sus abrazos. Sin duda. Me estaban esperando y se alegraban, de mi llegada.

- Sabéis quien soy?

Y todos sonrieron.

- Claro que si. Claro que sabemos quien eres. Tú eres un maestro.

- Maestro de qué?

- Eres de quienes nos mantienen en el recuerdo de todas las personas del mundo.

- No lo entiendo.

- Lo entenderás.

Entonces alguien, dijo

- Comencemos el debate.

Y empezaron ha hablar. Hablábamos de Ciencia, de Política, de Filosofía. Y yo comencé a intervenir. Era raro. Las frases surgían de mi interior. Sabia de que hablaba, Aludía a fechas, situaciones, circunstancias, circunstantes. Estaba muy a gusto. Era feliz. Muy feliz. Pero no recordaba quien era yo, ni que hacía allí.

En el arduo debate, en un momento preciso me dirigí a mi acompañante. Quien me llevó hasta el valle y a la cabaña. Quien me llamó maestro, por primera vez. Y le dije:

- No. Sr. Napoleón Bonaparte, Ud. está creo, muy equivocado.

En ese preciso instante. Los reconocí a todos. Estaba Napoleón, Sócrates. Einstein, Alejandro Magno. Así hasta más o menos, una veintena. Todos alrededor de la mesa. Eran todos mis favoritos. Estaba allí, con ellos. Aunque no sabía ni el cómo, ni el por qué. Se abrió la puerta y entraron muchos más. Salí de la cabaña, y el valle estaba lleno de Gobernantes, filósofos, Científicos, y un largo etcétera. Desde Julio Cesar, a Winston Churchill.

En ese momento les pregunté, en voz alta.

- Qué hacemos aquí?

A lo que Napoleón me contestó.

- Lo que has soñado siempre. Estar con todos nosotros.

- Ya, pero quien soy yo?

- Ya te lo hemos dicho, un Maestro.

- Pero y mi nombre?

- Alejandro, afirmó Bonaparte de forma tajante.

Entonces lo escuché dentro de mi. Yo era Alejandro. Y mis sentidos se estremecieron de felicidad. Es verdad. Era Alejandro, sentía que era Alejandro, siempre, lo había sido.

- Y como he llegado hasta aquí.

- Te trajo la historia. Ahora eres la historia tu también. Formas parte de la misma. Como nosotros.

- Y por qué me llamáis maestro. Debo ser yo quien os lo llame a vosotros.

- Ya que eres tan digno de estar entre nosotros. Como todos los que nos encontramos aquí.

- Pero hasta cuando estaremos aquí?. Creo que debo volver. Lo que no se es a donde?

- No puedes volver ya que nunca, te has ido de donde precisas volver. Siempre estarás en el recuerdo, en lo pensamientos de todos. De muchas personas que te han conocido y a las que has ayudado, en muchos sentidos.

En aquel momento me di cuenta. Yo era Alejandro, el Maestro de la Historia. Era quien la divulgaba a todos. Ahora era historia. Era la historia. El lugar, el Bosque, el valle, la cabaña, eran la historia. El lugar guardaba la historia. Y yo era el maestro divulgador de la historia. Y sabía que me quedaría allí, siempre.

En ese momento Napoleón dijo,

Caballeros, debemos darnos prisa. En breve vendrán a ver al Maestro.

- Quienes vendrán a ver al Maestro y quién es este Maestro?

- Todos los que le recuerdan y lo harán siempre. Los que no permitirán que caiga en el olvido. Como tu también haces con todos nosotros.

- Y cuando los veré?

- Ya están aquí. A tu lado...

En ese momento, ya era Alejandro, Era yo. Era un árbol, alto, fuerte y robusto. Formaba parte de aquel bosque. Era naturaleza. Era la tierra, el viento. Era yo. La vida. Era todo. Era Alejandro. Era el bosque. Y llegaron los otros, los que venían a ver al maestro.

Y los reconocí al momento, a todos. Allí estaban mis amigos, mi familia, mis oyentes, mis compañeros de viaje, mi esposa, mis hijos. Eran cientos, Que digo cientos, eran miles, Eran cientos de miles. Contentos. Felices. Visitaban el bosque. Venían a ver al maestro.

Sentí de pronto que estaba junto a mi padre. Nunca busqué un lugar. Buscaba a mi padre. Esta era mi búsqueda y este lugar, la respuesta. Y allí estaba. Junto a mí. Alto robusto, inmenso. Me abrazó con sus ramas y sus raíces. Una simbiosis estalló. Entonces lo entendí. La idea de reunir a todos en ese bosque, fue suya. Y yo, estaba junto a él y el resto. Y para siempre. Mi madre estaba también.

Napoleón, que era un árbol también como todos los demás, eso sí, más bien bajito en altura como era de esperar, me dijo.

- Ya vienen, a ver al Maestro. Ya vienen a ver a tu padre. Y ahora, a ti también, Alejandro. Y todos nosotros.

Una voz de uno de los cientos de miles de visitantes, dijo:

- Abracemos a los árboles, Sintamos la naturaleza. La fuerza del mundo. Abracemos a Juan y a todos.

Y todos comenzaron a abrazar a los arboles. Abrazaban a Platón, a Sócrates, Y a mí. A mi padre, El Maestro. Yo solo seguí su camino y su Obra. Éramos árboles y nos abrazaban. Les transmitamos, naturaleza, sentimiento, energía, paz, felicidad. Algo dentro de mí empezó ha hacerme sentir feliz. Cuando fui abrazado por las personas que nos visitaban como lo vienen haciendo, hace mucho tiempo. Y Desde hoy, que he llegado, a mí también a este Bosque, Un bosque llamado Cebrián.

Ahora soy un árbol. Ahora lo era todo. Era feliz. Como siempre lo había sido. Lo recordé todo. Mi corazón supo que desde hoy, siempre, estaría en este bosque. Era cuestión de tiempo. Ahora siendo un árbol, junto a mi padre Juan. Dando mi energía. Mas tarde, como una flor. Otras como un animal, otras como lluvia. Siempre estaré aquí y con todos. Siempre seré yo. Y vosotros me sentiréis. Y a mi padre también. Como hasta hoy que venís a verle siempre. a este Bosque y el os ve, os siente cuando dais un abrazo a un árbol y os transmite agradeciemiento. Y mañana y la semana que viene. Siempre.

Ya soy un árbol, un bosque entero. Ya trascendí. Mañana a lo mejor, una estrella que da vida a varios Planetas. Pero seré yo siempre. Soy Alejandro, el hijo del Maestro. El hijo de Juan.

Cuidad de mí. Y yo y todos nosotros cuidaremos, de todos vosotros dando luz y energía. Somos árboles, somos la nauturaleza, somo la historia, somos el futuro. Somos vosotros. Somos todos juntos la misma esencia.

Ven y abrázanos. A mí, a mi padre Juan. A todos. Y a Napoleón, que le encanta ser abrazado.

No en este bosque solamente. En todos. Ahora somos árboles. Todos los árboles de todos los Bosques.

Ven y abrázanos.



Napoleón Bonaparte (apodado en su tiempo por: “El petit Cabró”).

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias,Napoleón,por tu relato.Y no estés triste...nunca es tarde para lanzarle un guiño a un amigo.Seguro,mientras lo escribías,el lo estaba recibiendo.

¡¡¡Fuerza y honor!!!

Anónimo dijo...

No te conozco Napoleon, pero demuestras una sensibilidad fuera de lo comun, gracias ...
Gelucho

Anónimo dijo...

Ánimo Napoleon, estoy contigo.

Tienes las dos facetas de las libertades humanas: ¡¡¡Vitalidad para criticar lo malo y sensibilidad para valorar lo bueno!!!

Mi saludo y mi abrazo.
La "HONDA" de David.

Sucette D´Ment. dijo...

Mi queridísimo Napoleón Bonaparte:
Quiero dejarte mi abrazo, hoy, al lado de tus palabras.
Enciendo la Radio y añoro su voz, hablándome en ese instante. Pero creo que Juan Antonio Cebrián me acompaña. Como si el día en el que abandonó la forma de existencia que conocemos, la suya hubiera continuado, de un modo diferente.
¿Quiénes somos, Napoleón?¿Hasta dónde llega La Memoria?
Como la cuerdas vibran junto al cuerpo que las percibe, como se convierte en un latido similar junto a ellas, así siento que Juan Antonio Cebrián está conmigo. Así escucho su abrazo; así te dedico el mío.

Me ha gustado tu relato, Napoleón Bonaparte. Aprecio cada minuto que has elaborado; cada segundo que he disfrutado leyéndolo. Gracias.

Con afecto,
Fdo: Sucette D´Ment.