martes, 7 de agosto de 2007

Leed, leed malditos: Así termina la Vida y comienza la supervivencia

Han llegado las vacaciones desde aquí: un saludo, buenas vacaciones a todos (políticos incluidos) y lean, lean, aunque el precio de los libros sea abusivo. Nos queda el consuelo de leer obras sin derechos de autor (mas baratas), clásicos y esas ediciones de bolsillo (para pobres) aunque las novedades tarden casi dos años en ser publicadas en este formato. A ver cuando el acceso a la cultura será igualitario para todos y no, para bolsillos pudientes. Después los del stablisment político-económico, se quejan de las copias ilegales y es que esta industria (en este caso las editoriales de libros), tampoco es que ayuden a la lectura con esos precios y ese Márketing agresivo. Y el gobierno al parecer tampoco se lo pone fácil.

Es un tema complicado pero un derecho de todos la cultura. Así que a solucionarlo toca a quien corresponda por el bien de muchos (la sociedad). Algunos autores reciben por cada ejemplar vendido, una mísera parte (un 5 % según ventas) y con este panorama, alguien gana mucho dinero. Otra cosa son los grandes "Best Sellers" pero esa es otra historia. Después se quejan que la gente no lee. Pues pagar 50 € al més en libros (dos o tres como mucho) no todos nos lo podemos permitir. Tengo un amigo muy bruto y un cachondo que una vez en mi casa al ver la cantidad de libros que poseo (soy un lector consumado) me dijo: no me extraña que se diga que la gente no lee en este país. si resulta que, todos los libros los tienes tú en tu casa. A ver cuandos los devuelves para que los demás los puedan leer.

Al ver que muchos blogueros recomiendan libros, autores, lecturas para este periodo estival, he decidido hacerlo yo también pero de forma diferente. En vez de dejaros mis lecturas y autores favoritos os dejaré un texto (se recoge en un libro también y está muy difundido), que en mi adolescencia, una amiga tuvo la feliz idea de dejármelo en formato libro y me cambió en muchos aspectos.

Es un texto muy conocido. Pero cuanto mas veces y en mas sitios se publique, lo será aún mas. Es un texto de los mas preciados por los movimientos ecologistas entre otros. Este escrito, es una carta que envió en 1855 el Jefe Indio Seattle (perteneciente a la tribu Suwamish del noroeste de los ahora EE.UU al presidente de estos, Franklin PIerce como respuesta a la oferta de compra por parte del gobierno, de las tierras de los Suwamish (actual estado de Washington). Toda una lección de diversos valores. Algunos la han considerado "la declaración más hermosa y profunda que jamás se haya hecho sobre el medio ambiente".

Que la disfruten por que solo nos queda disfrutarla. La historia y el destinio de los verdaderos Americanos ya la conocemos y, fuimos a civilizarlos. Los malditos que lo leyeron en su día, no la comprendieron.

Así termina la Vida y comien
za la Supervivencia

La carta del jefe indio

Noah Sealth

El Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras.

El Gran Jefe también nos envía palabras de amistad y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza porque sabemos que poca falta le hace, en cambio, nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras. El Gran Jefe de Washington podrá confiar en lo que dice el Jefe Seattle con la misma certeza con que nuestros hermanos blancos podrán confiar en la vuelta de las estaciones.

Mis palabras son inmutables como las estrellas. ¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlos a nosotros? Lo decimos oportunamente. Habéis de saber que cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque, cada claro y cada insecto con su zumbido son sagrados en la memoria y la experiencia de mi pueblo. La savia que circula en los árboles porta las memorias del hombre de piel roja.

Los muertos del hombre blanco se olvidan de su tierra natal cuando se van a caminar por entre las estrellas. Nuestros muertos jamás olvidan esta hermosa tierra porque ella es la madre del hombre de piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las fragantes flores son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el águila majestuosa son nuestros hermanos. Las praderas, el calor corporal del potrillo y el hombre, todos pertenecen a la misma familia. "Por eso, cuando el Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras, es mucho lo que pide.

El Gran Jefe manda decir que nos reservará un lugar para que podamos vivir cómodamente entre nosotros. El será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por eso consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Mas, ello no será fácil porque estas tierras son sagradas para nosotros. El agua centelleante que corre por los ríos y esteros no es meramente agua sino la sangre de nuestros antepasados.

Si os vendemos estas tierras, tendréis que recordar que ellas son sagradas y deberéis enseñar a vuestros hijos que lo son y que cada reflejo fantasmal en las aguas claras de los lagos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendemos nuestras tierras, deberéis recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos y hermanos de vosotros; deberéis en adelante dar a los ríos el trato bondadoso que daréis a cualquier hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da lo mismo un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que llega en la noche a sacar de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermano sino su enemigo. Cuando la ha conquistado la abandona y sigue su camino. Deja detrás de él las sepulturas de sus padres sin que le importe. Despoja de la tierra a sus hijos sin que le importe. Olvida la sepultura de su padre y los derechos de sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano el cielo, como si fuesen cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como si fuesen corderos y cuentas de vidrio. Su insaciable apetito devorará la tierra y dejará tras sí sólo un desierto.

No lo comprendo. Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra. La vista de vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja. Pero quizá sea así porque el hombre de piel roja es un salvaje y no comprende las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde pueda escucharse el desplegarse de las hojas en primavera o el orzar de las alas de un insecto. Pero quizá sea así porque soy un salvaje y no puedo comprender las cosas.

El ruido de la ciudad parece insultar los oídos. ¿Y qué clase de vida es cuando el hombre no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la laguna? Soy un hombre de piel roja y no lo comprendo. Los indios preferimos el suave sonido del viento que acaricia la cala del lago y el olor del mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por la fragancia de los pinos.

El aire es algo precioso para el hombre de piel roja porque todas las cosas comparten el mismo aliento: el animal, el árbol y el hombre. El hombre blanco parece no sentir el aire que respira. Al igual que un hombre muchos días agonizante, se ha vuelto insensible al hedor. Mas, si os vendemos nuestras tierras, debéis recordar que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que sustenta. Y, si os vendemos nuestras tierras, debéis dejarlas aparte y mantenerlas sagradas como un lugar al cual podrá llegar incluso el hombre blanco a saborear el viento dulcificado por las flores de la pradera.

Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, pondré una condición: que el hombre blanco deberá tratar a los animales de estas tierras como hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de conducta. He visto miles de búfalos pudriéndose sobre las praderas, abandonados allí por el hombre blanco que les disparó desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como el humeante caballo de vapor puede ser más importante que el búfalo al que sólo matamos para poder vivir. ¿Qué es el hombre sin los animales?Si todos los animales hubiesen desaparecido, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu. Porque todo lo que ocurre a los animales pronto habrá de ocurrir también al hombre. Todas las cosas están relacionadas ente sí.

Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, debéis decir a vuestros hijos que la tierra está plena de vida de nuestros antepasados. Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñados a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen el suelo se escupen a sí mismos.

Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia.

Aún el hombre blanco, cuyo Dios se pasea con él y conversa con el -de amigo a amigo no puede estar exento del destino común-. Quizá seamos hermanos, después de todo. Lo veremos. Sabemos algo que el hombre blanco descubrirá algún día: que nuestro Dios es su mismo Dios. Ahora pensáis quizá que sois dueño de nuestras tierras; pero no podéis serlo. El es el Dios de la humanidad y Su compasión es igual para el hombre blanco. Esta tierra es preciosa para El y el causarle daño significa mostrar desprecio hacia su Creador. Los hombres blancos también pasarán, tal vez antes que las demás tribus. Si contamináis vuestra cama, moriréis alguna noche sofocados por vuestros propios desperdicios. Pero aún en vuestra hora final os sentiréis iluminados por la idea de que Dios os trajo a estas tierras y os dio el dominio sobre ellas y sobre el hombre de piel roja con algún propósito especial.

Tal destino es un misterio para nosotros porque no comprendemos lo que será cuando los búfalos hayan sido exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los recónditos rincones de los bosques exhalen el olor a muchos hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de alambres parlantes. ¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Así termina la vida y comienza la supervivencia....

Napoleón Bonaparte (apodado en su tiempo por: “El petit Cabró”).

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Así es el "ser humano".
Que pena ser tan ignorantes y pobres de espíritu.

Napoleón Bonaparte dijo...

Totalmente de acuerdo contigo, anónimo. De hecho creo que también en un tema de estupidez humana y Albert Einstein dijo en su día sobre todo lo que afecta al ser humano:

"Solo estoy seguro de dos cosas que son infinitas. Una es el Univeso y la segunda, la estupidez humana. Sobre que el Universo sea infinito, me queda alguna pequeña duda".

Un saludo

Anónimo dijo...

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