sábado, 20 de junio de 2009

Recuerdos: El Piyayo

Uno de mis mejores recuerdos de cuando era un crio, es recordar a mi Abuela materna, recitar unos versos de memoria que de tal forma sentía, que lloraba al recitarlos. Mucha hambre y miseria pasó en su vida y nos reiteraba de forma seriosa en cada comida, que no debíamos dejarnos ni una migaja en el plato.

Ni leer, ni escibir sabía, ni de cuentas entendía, eso sí, una memoria prodigiosa tuvo hasta el día de su muerte. Ni si quiera la edad menoscabó ni un ápice su memoria, que le permitía conocer como cien textos de diferentes autores, tanto poesía, relatos cortos y todo un rosario de pregarias católicas.

Cada tarde, a la hora de la merienda, nos recitaba alguno. Como los aprendió de memoria es sencillo, fue trabajando, en casa de los ricos del pueblo, en donde la hija de los señoritos, a la hora de la costura le recitaba textos todos los días y ella, los aprendía.

De todos los que recitaba a sus nietos, era el poema de el piyayo, el que recitaba con más énfasis y hasta con las lágrimas, en los ojos. A mi, era el que más me gustaba, y me sigue gustando. Creo y debe ser certero, que se identificaba con el personaje y la miséria que describe el poema.

Recuerdo como contaba sus misérias ya lejanas y algunas incluso aún, me estremecen hoy en día. Anafalbeta funcional, contaba la historia, y os aseguro que es cierta, de como a uno de sus hijos, mi tío Celedonio, le quiso inscribir en el registro de la Iglesia, con el nombre de su señorito en agradecimiento a la ayuda, dinero, comida, asistencia médica, etc., que recibía de esta familia, a sacar a once hijos adelante, teniedo al marido gravemente enfermo y rodeada de miséria.

Y resulta, que el cura del pueblo se lo negaba y no lograba hacerle entender, que Don Celedonio no era un nombre. Que no debía llevar el "Don", delante. Y mi abuela que sí, que su señorito se llamaba así: Don Celedonio.

Todos le llamaban así, Don Celedonio, y su nuevo bebé a quien se debía bautizar en breve, debía llevar este nombre en homenaje y agradecimientos varios, de Don Celedonio y a toda su familia.

Y erre que erre, hasta que la hicieron entender, que Don, no era ningún nombre, ni la parte de un nombre, sino algo muy diferente. Así que mi tio Celedonio, no se llama Don Celedonio, claro está.

Hoy dejo el poema de "El Piyayo", el cual al igual que mi abuela, se ve que heredé su asombrosa memoria, me se de memoria. En recuerdo y homenaje a ella. Además, alguien me comentó el otro día, y es cierto, que en muchos de mis textos aquí y en otros lares, aludo a veces a la figura de el Piyayo, en diferentes sentidos y evidentemente me preguntaba, quien era o qué era, el Piyayo.

Más abajo, dejo la mejor información sobre el Piyayo, que he enconrado en la red y resulta, que ni si quiera se llamaba Piyayo, o sí, bueno ya lo leerán. Existe una película basada en esta historia: "Inspirada en un poema creado por José Carlos de Luna. Un poema que narra los sinsabores de un humilde gitano llamado el Piyayo que debe buscarse la vida, y la fortuna, de todas las formas posibles debido a que de él dependen nada menos que 12 nietos.", No hace mucho, salío otra nueva película eso si, basada solo en el argumento, fue: Papá Piquillo.

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El Piyayo, fue un famoso mendigo que hubo en Málaga, del cual aun quedan gente que le recuerda. Jose Carlos de Luna escribio esta magnifica y tierna poesia:


El Piyayo

¿Tu conoces al ”Piyayo”
un viejecillo renegro, reseco y chicuelo;
la mirada de gallo
pendenciero
y hocico de raposo
tiñoso...
que pide limosna por "tangos"
y maldice cantando "fandangos"
gangosos?

¡A chufla lo toma la gente
y a mi me da pena
y me causa un respeto imponente!

Ata a su cuerpo una guitarra,
Que chilla como una corneja
Y zumba como una chicharra
Y tiene arrumacos de vieja
Pelleja.

Yo le he visto cantando,
Babeando
De rabia y de vino,
Bailando
Con saltos felinos
Tocando a zarpazos,.

Los acordes de un viejo"tangazo"
Y, a sus contorsiones de ardilla,
Hace son con la sucia calderilla.

¡ a chufla lo toma la gente
y a mi me da pena
y me causa un respeto imponente!

Es su extraño arte
su cepo y su cruz,
su vida y su luz,
su tabaco y su aguardientillo...
y su pan y el de sus nietecillos:
"churumbeles" con greñas de alambre
y panzas de sapos.

Que aullan de hambre
Tiritando bajo los harapos;
Sin madre que lave su roña;
Sin padre que "afane"


Porque pena una muerte en santoña;
Sin mas sombra que la del abuelo...
¡poca sombra, porque es tan chicuelo;
en el altozano
tiene un cuchitril
¡a las vigas alcanza la mano;
y por lumbre y por luz, un candil.

Vacia sus alforjas
Que son sus bolsillos,
Bostezando los siete chiquillos,
Se agrupan riendo.

Y entre carantoñas les va repartiendo
Pan y pescao frito,
Con la parsimonia de un antiguo rito:
¡chavales!
¡pan de flor de harina!
Mascarlo despasio.

Mejo pan no se come en palasio.
Y este pescaito, ¡no es na?
¡sacao uno a uno del fondo del má!
¡gloria pura él!
Las espinas se comen tamié,
Que to es alimento...

Asi....despasito.
¡no llores, Manuela!
Tu no pués, porque no tiés muelas.
¡es tan chiquitita
mi niña bonita!..
así, despasito.

Muy remascaito,
Migaja a migaja, que dure,
Le van dando fin
A los cinco reales que costo el festín.
Luego entre guiñapos durmiendo,
Por matar el frío, muy apiñaditos.

La Virgen María contempla al “Piyayo”
Riendo
Y hay un Angel rubio que besa la frente
De cada gitano chiquito.

¡A chufla lo toma la gente!...
¡y a mi me da pena
y me causa un respeto imponente!


JOSE CARLOS DE LUNA (1890-1965)


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EL PIYAYO. Nornbre artístico de Rafael Flores Nieto, de origen familiar. Málaga, 1864-1941. Cantaor y guitarrista. En su juventud estuvo en Cuba, al parecer durante la guerra, y posiblemente en prisión, según se desprende de las letras de algunos de sus cantes. Alternó su dedicación al flamenco con la venta ambulante de diversas mercancias.

Su nombre se hizo célebre a través del poema que le dedicó José Carlos de Luna, repetidamente publicado y declamado por numerosos rapsodas. Su biógrafo Eusebio Rioja, nos ofrece de él la siguiente semblanza: «Su aportación al patrimonio del flamenco fue tan acertada que nada más que por una creación se le recuerda a menudo por los aficionados. Se trata de unos tangos que se conocen con su nombre o con el de cantes de El Piyayo, por sus peculiaridades, que hacen a muchos desligarlos del género para otorgarle denominación propia.

Si van a compás de tangos, la verdad es que sus tonos varían –la 7, mi 7, re en lugar de mi, la, sol, fa-y el ritmo se hace algo más lento. Pero lo particular es la melodía. Se aparta de las características de tangos para, sobre su base, apuntar ecos de guajiras, rumores caribeños y lograr, en definitiva, un estilo genuino, agradable y pegadizo. Y tanto o más que la melodía, lo son sus letras. Por su temática, con frecuencia las hay de motivos jocosos y divertidos, con alusión a situaciones carcelarias, de extrema pobreza, absurdas y ridículas.

También las hay con lírica jaculatoria del terruño, las que aluden a las posesiones cubanas y al mundo de la picaresca que pululaba por el puerto y que debió frecuentar Rafael. En ellas se aprecia una fina capacidad de captación de ideas y situaciones, síntesis exquisita para encerrarlas en sus estrofas y un sentido poético de calidad. Pero como techo de originalidad, figuran sus composiciones en décimas. Es la única vez en todo el género flamenco que se utiliza esta métrica nada popular, distinta por completo a las habituales y que no sabemos de dónde las sacaría El Piyayo.

No obstante, aun a pesar de su feliz obra, no habría trepado a la cima de la fama, de no haber sido objeto del poema que con su nombre compuso José Carlos de Luna. Otra creación con estrella. Lo malo es que El Piyayo no salió muy bien parado de él. José Carlos de Luna se permitió una serie de licencias poéticas tan amplias, que en realidad inventó un Piyayo que muy poco tenía que ver con Rafael Flores.

Así por ejemplo, sí era reseco y renegro pero no chicuelo, disfrutaba de una talla más que mediana. Parece ser que jamás vivió en el Altozano ni que tuviera bajo su custodia a ningún nietecillo. También creemos falsa la imagen de borrachín con que nos lo pinta. Y sobre todo, ni era tomado tan a chufla por la gente, ni su arte era tan extraño, ni pedía limosna por tangos. Muy mal le cayó a Rafael esto último, Dicen que lo primero que objetó es que el no pedía limosnas. Hacía pagar su arte, simplemente.

No era, pues, una especie de curioso tiritítero. Era sólo un cantaor profesional, con dejos profundos de artista poco afortunado en cuanto a su trayectoria. Un personaje habitual en los círculos flamencos de Málaga, entrañable, simpático y querido. En el rastro de su personalidad, además de ser un solitario recalcitrante, surge siempre el recuerdo de sus extraordinarios sentimientos.

Alfredo Arrebola, comenta así su figura y su arte: «Se ha dicho, entre algunos llamados flamencólogos, que el cante del Piyayo no llegó a tener calidad cantaora, y menos jondura. Debería analízarce detenidamente tal afirmación. Fue, al menos, un creador. Algo que tanto falta en esta época pródiga de cantaores y no tanto de artistas. Nadie podrá negar que su cante tenía la impronta personal, individual e inaudito. Él creó un cante: el cante del Piyayo. Su cante no fue, como alguien lo ha calificado, tangos del Piyayo, aunque así esté recogido en la discografía de sus seguidores, Se trata, efectivamente, de un tango de estructura irregular, que lleva, y nos recuerda a cada momento, los ecos de la carcelera y de la guajira. Esta forma de cante la empleaba El Piyayo para cantar letras de carceleras como también para los romances, aunque no perdiera nada de su esencia creadora ..

Es tradición oral- porque todavía hay testigos oculares- que El Piyayo fue un buen cantaor de soleares y siguriyas. Y debemos pensar y admitir que estos cantes tendrían un eco especial en la voz del gitanísimo Piyayo... El Piyayo fue una verdadera y auténtica personalidad en el flamenco, pero da pena saber que los malagueños no han conocido bien a este celebre gitano, que pasó la vida cantando. El que los malagueños no hayan conocido bien al Piyayo es debido- sin la menor duda- a la confusión de un poema que compuso José Carlos de Luna sobre un gitano, pero de circunstancias totalmente distintas a las de El Piyayo. El gitano que retrata

Carlos de Luna era el Rabúo, que por un error del poeta denominó El Piyayo. Por su parte, Juan Ballesteros Moreno, opina de El Piyayo: «Tenía una manera muy peculiar de interpretar su cante y se acompañaba él mismo con una vieja guitarra: algunas de sus coplas tenían cierta nostalgia de sus tiempos como soldado en la campaña de la guerra de Cuba... Poseía un vasto repertorio de coplillas que según afirmaba, el mismo componía... Un pintoresco gitano malagueño, viejo y simpático, que se ganaba la vida cantando por bares y colmaos como también si le solicitaban para actuar en algunas juergas flamencas».

José Luque Navajas, califica el cante de El Piyayo como un tango irregular y ligero que aglutina ecos de carceleras y de guajira; lo mismo la empleaba su autor para cantar escuetas letras de carceleras que para ensartar largos romances, sin que por ello perdiera nada de su esencia». Gustavo Garcia Herrera, comenta con las siguientes palabras el cante de El Piyayo:

«Las letras, producto de su calestre (a fe que era buen poeta). La música improvisada, como debía ser en un guitarrista genial y único en su género. Todo con un sello tan personal, que llegó a constituir peculiar estilo, tan suyo, que con su vida se perdió en la huesa». En 1978, el Ayuntamiento de Málaga le dedicó un festival homenaje, con la participación de El Camarón de la Isla, Chano Lobato, El Beni de Cádiz, Alfredo Arrebola, El Boquerón, Carmen Juan, Carmen Dios, Mari de la Trinidad, Juan Habichuela, Juan El Africano y Manolo Cómitre

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Homenaje a Rafael Flores Nieto "El Piyayo" al cante Camarón de la Isla . "Tangos del Piyayo"



De Wikipedia, la enciclopedia libre


El Piyayo

Información personal
Nombre Rafael Flores Nieto
Nacimiento 1 de mayo de 1855
Origen Málaga, Andalucía, Bandera de España España
Muerte 25 de noviembre de 1940
Ocupación(es) cantaor y guitarrista
Información artística
Alias El Piyayo
Género Flamenco

El Piyayo (Málaga, España: 1855 - 1940) es el apodo por el que era conocido Rafael Flores Nieto, un cantaor y guitarrista flamenco de origen gitano y un personaje popular de la ciudad que alternaba su vocación musical con la venta ambulante.

Nació en Málaga en el año 1855, en el popular barrio de El Perchel. Las letras de sus composiciones nos hacen pensar que pasó un tiempo en Cuba, quizás en prisión, durante la guerra.

Su biógrafo, Eusebio Rojas, nos indica que aportó al flamenco unos tangos conocidos como Cantes del Piyayo con la particularidad de que incorporan elementos de guajiras. Sus letras a menudo evocan anécdotas divertidas y burlescas. Su vieja guitarra se conserva en la Peña Juan Breva de Málaga.

Murió en la Alcazaba de Málaga el 25 de noviembre de 1940 de una arteriosclerosis.

El Piyayo en el arte y la sociedad [editar]

Referencias [editar]

Enlaces externos [editar]

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Napoleón Bonaparte (apodado en su tiempo por: “El petit Cabró”)

1 comentarios:

Anónimo dijo...

El Piyayo, Rafael Flores NIeto, nació en l864, no en el 1855.
El error proviene del Certificado de Defunción que le asigna 85 años a su fallecimiento.