jueves, 3 de julio de 2008

ODA A ESPAÑA

A raiz de lo que está cayendo y me temo, caerá en el pleno de hoy en donde la cup, demanda la retirada de la bandera de España, hoy he decidido al menos, dejar algunas referencias no de mi proiedad, que creo, pueden a unos pocos quizás, aclarar algunas cuestiones. Y más teniendo en cuenta, que se ve que hay grupos de unos y de los otros, que van a asistir al pleno. Unos, que se retire la bandera y los otros, a que se quede. No se, aquí con el triunfo de la Eruocopa se haya montado una buena. Lo que está claro es que cuando gana el Barça, se monta igual. Es decir, son los "mismos" energúmenos descerebrados eso sí, con ideas, ideales distintos, mejor dicho, sin casi ninguno.

Los justitos, para pasar el día, y saber volver a casa solos. por la noche. Además incluso cuando el Madrid gana, no ya aquí, en Catalunya me refiero, la que se monta en Madrid, por los de siempre, es lo mismo. Y en casi todas las ciudades, etc.

Ya ganen unos, o los otros. Los de derechas y los de izquierdas. Incluso con esta Eurocopa, en Madrid, se ha montado una buena. Y no se que reclamaban allí, al contrario que los de aquí. En fin. Que está más que claro, que mezclar alcohol, drogas, etc., no es bueno y que además, ojo, que se que la policía debe estar, es que a estos, es ver un policía preparado para evitar disturbios, y es tener que tirarles piedras, etc. Unos que provocan y otros los provocados. Lo que no sabemos es el orden ya que a veces, no es siempre como nos lo cuentan.

Evidentemente es, que, ya bajaban hacia el ayuntamiento, rompiendo cosas. Eso cuentan los periodistas. Yo no lo se. Como que eran mil en la plaza Italia, y resulta que la policía habla de siete mil y ya sabemos como cuenta la policía, mande el que mande. En fin. O como algunos periodistas, no cuentan nada, o te cuentan el argumento de una película que está de estreno y te da la clave del suspense, y te jode la película, que ya hay que ser cortito o cortita. Lo dicho, que unos dicen que no rompieron nada hasta que la poli los "provocó", y otros, que lo contrario. Yo viendo algunos elementos de los que bajaron, me creo más lo segundo. Aunque se cuenta, que la policía, cuando arremetió, lo hizo de forma indiscriminada, y recibieron incluso, algunos de los que pasaban por allí, simplemente y sin ninguna relación con los "festivaleros".

Lo que no me ha gustado y siempre sucede es, que se generaliza. Como ha ocurrido en el foro de capgros. Todos los catalanes unos... y todos los demás unos... Y allí siguen los insultos. Hay de todo. Y capgros me elimina mis comnetarios sobre ICV. Siempre. Y solo les digo con datos, etc. Lo que hacen mal. Aunque ya sabemos que allí, se puede llamar hijo puta o casas peores, a catalanes, andaluces, moros, etc. Y no, que Morales de ICV, no hace lo que tiene que hacer. Lo borran, el comentario. Todo lo que sea, crear crispación y dejar que aquello sea un encuentro de odio, eso sí. Se ve que suben las visitas. En fin.

Yo la verdad, no soy "muy" nacionalista, ya que observando a través de un telescopio, me "curé" de como afirmaba Einstein, de que el nacionalismo es una enfermedad infantil y concretamente, el sarampión de la humanidad.

Lo que sí soy es justo, al menos eso intento. Y la verdad, si creo que algo es blanco, lo digo, o negro, etc. Que puedo ser subjetivo, sin duda, pero como mi religión es la Ciencia y mi amante, la lógica. Así funciono. O me voy arrastrando, que es lo mismo, en la inmensidad de ideas y entre sus contenedores, es decir, las personas. Léi una vez que el Nacionalismo y la Ciencia, son imcompatibles, como afirmaba, Albert Einstein. Lo que está claro es que los nacionalismos existen y la cuestión es, si son legítimos o no y dar una solución o siendo más precisos, darles lo legítimo.

Cuando se habla de autodeterminación, según varias definiciones, significa una capacidad para determinarse a sí mismo, eligiendo libremente lo que se quiere ser y hacer. En el sentido político, es el derecho de autodeterminación que tienen los pueblos y un derecho reconocido de forma expresa, en la Carta de las Naciones Unidas o en los Pactos Internacionales de Derechos Humanos. Así que, cada nación, tiene de forma indiscutible, el derecho a elegir libremente y sin coacciones, que impidan el ejercicio de este derecho.

"La libre determinación está estrechamente ligada al término "pueblos", pero éste es problemático y no ofrece un único significado: por el contrario, tanto la doctrina como los Estados u otros agentes internacionales han tratado de hacer valer sus respectivas concepciones.[4] A partir de 1960, la definición de los pueblos coloniales como sujetos de la libre determinación supuso un impulso esencial para la descolonización y colaboró en una auténtica universalización de la sociedad internacional. Una concepción mayoritariamente occidental considera también pueblo al conjunto de habitantes de un Estado unitariamente considerado, mientras que diversas minorías nacionales o pueblos indígenas dentro de Estados se han autodefinido como pueblos. Sus reivindicaciones ponen de manifiesto la tensión y los conflictos que existen entre el derecho de libre determinación de los pueblos y la integridad territorial de los Estados."- Wikipedia.

Así que de pueblos va la ingógnita a resolver o determinar. Otra cosa distinta es, si las condiciones legítimas que debe poseer el derecho de autodeterminación y que impidan el ejercicio de este derecho reconocido como tal en cada caso concreto, se cumplen. Así que solo se debe determinr este aspecto. Ni más, ni menos. Después de este paso, el resto, es accesorio, e incluso artificial, etc.

Diferente es un nacionalismo anticolonialista o un movimiento de liberación nacional. En este caso el derecho de la autodeterminación, está reconocido internacionalmente. y no hay dudas. Sin embargo, los nacionalismos secesionistas, que pretenden separarse de un Estado único, y que han permanecido en este, durante un tiempo y en estos casos se deben justificar razones históricas, culturales y políticas que exigen, la secesión y por lo tanto, si el derecho a la autodeterminación de estoss nacionalismos, son legítimos, que no legales, que es otra "historia".

Solo recordar, quienes se autodenominan, movimento de liberación nacional. Los que no, son el segundo caso, así que todo radica, en el primero de los casos, en determinar sin una nación ha sido o no, en el pasado, invadida, etc. En los dos casos, si hay razones, la legitimidad es obvia. Si es así, a cumplir con el Derecho internacional público. Claro que entonces nos encontramos con un problema y es, hasta cuando "miramos" hacia el pasado histórico. De hecho, otros pueblos ya nos reclaman estas tierras. O a lo mejor un día, los descendientes de los romanos, etc. En fin, que doctores tiene la historia y ya veremos, la legitimidad de Catalunya. Yo creo que toda.

Hace mucho creo en dos mil dos, encontré este texto el la red y lo guardé. Me gustó mucho. No es que esté de acuerdo a cien por cien, pero sí me encantó y me aclaró algunas cosas creo, importantes.

"Cuando hace poco más de cien años España perdió la guerra con los Estados Unidos, la guerra de Cuba en el lenguaje popular, la cuestión catalana se convirtió en el tema más importante de la política española. Durante un siglo, guerra civil incluida, la historia de España no se entiende sin tener presente el llamado problema catalán. Ciertamente, el problema catalán no lo explica todo. Pero las dos largas dictaduras de este siglo y los pronunciamientos militares que han llevado a ellas -en un caso, prolongado por tres años de guerra- han sido al menos parcialmente reacciones ante la cuestión catalana. También la expresión de otros problemas sociales, ideológicos e incluso religiosos. Pero en una parte importante intentos de imponer la unidad nacional de España cuando algunos sectores la han considerado amenazada.

En un cierto sentido, el nacionalismo catalán es un hijo directo de la guerra de Cuba, de la derrota militar española ante los Estados Unidos. Para entenderlo hacen falta un par de precisiones. La primera, sobre el origen histórico del nacionalismo catalán. Catalunya mantiene una estructura política propia en el conjunto peninsular hasta comienzos del siglo XVIII. Son, por tanto, setecientos años de vida política independiente, en el marco en todo caso de una monarquía prácticamente confederal. Este pósito histórico se reaviva en el siglo XIX con la revolución romántica y fermenta en un catalanismo literario y cultural, conocido como “Renaixença”. Pero este sentimiento catalanista no tiene prácticamente una expresión política importante hasta inmediatamente después de la guerra de Cuba. Anteriormente, estamos ante un movimiento elitista, poético. Es la derrota en la guerra de Cuba lo que le convierte en un movimiento popular que atraviesa el conjunto de la sociedad catalana de arriba abajo, en todas sus clases sociales y en aleación con prácticamente todos los movimientos ideológicos del siglo. Hay derecha, izquierda y extrema izquierda catalanista.

¿Por qué precisamente la guerra de Cuba populariza políticamente el sentimiento catalanista? Porque la derrota española en la guerra es algo más que una derrota militar: es un puro desastre político, de un impacto moral tremendo sobre el conjunto de la sociedad española. En el año 1898, cuando empieza la guerra, la prensa española presenta un conflicto entre la brava nación de héroes que es España, un león dormido, y el imperio del dinero de una nación de mercaderes que son los Estados Unidos. La prensa está convencida que la guerra será un paseo militar para el viejo imperio español y los soldados son despedidos en los puertos con himnos de victoria. La guerra es militarmente una catástrofe. Mal armados, mal preparados, tecnológicamente inferiores, los españoles son barridos en las batallas navales. La vuelta al puerto de los soldados que habían sido despedidos con himnos de alborozo es una absoluta depresión. España pierde el pulso. No es el ejército, tan sólo, lo que ha sido derrotado. Es la autoestima, un Estado que no sirve para nada, que ha engañado al pueblo, que es ineficiente y anticuado. La derrota del 98 crea un sentimiento de vacío y de desesperación general en España. Tiene un gran impacto literario, pero políticamente es una invitación a la desesperación.

En Catalunya, el catalanismo, el nacionalismo catalán, viene a llenar una parte de este vacío. En parte porque antes de la guerra y durante la guerra fue una voz crítica que nadie escuchaba. En parte porque respondía a lo que podríamos llamar un grado de desarrollo económico desigual: Catalunya representaba la punta de lanza de la industrialización en la península y los valores de la sociedad catalana -el trabajo, el comercio, la riqueza- se parecen más a los de la sociedad norteamericana que a los valores que se autoproclama la sociedad española; el honor, la valentía, la austeridad. Y en parte también porque la ineficiencia del Estado, su fracaso organizativo y político en el conflicto militar, generaron una demanda de regeneración, que el catalanismo hizo suya.

Este sería, por tanto, el paisaje del nacimiento del catalanismo político, del nacionalismo catalán, como opción popular y de gobierno. De hecho, durante un siglo, cada vez que los catalanes han podido escoger libremente su gobierno, han vencido electoralmente fuerzas políticas explícitamente nacionalistas. Tenemos una Catalunya mucho más industrializada que el conjunto del Estado, con unos valores y un esquema social propio de los países industriales y por tanto también distinto, con una lengua propia, con una historia distinta y con conciencia política de su diferencia. A partir de todo esto, el catalanismo lanza un proyecto político que, en origen no es solamente para la Catalunya estricta, sino que quiere transformar España.

Un manifiesto catalanista

El año 1898, inmediatamente después de la guerra, uno de los grandes poetas catalanes, Joan Maragall, escribió una “Oda a Espanya” que se ha convertido por muy diversas razones en uno de los poemas más citados de la literatura catalana. Un poema que comienza con una declaración explícita de españolidad: “Escucha España la voz de un hijo que te habla en lengua no castellana. Te hablo en la lengua que me ha dado mi tierra áspera. En esta lengua te han hablado muy pocos. En la otra, demasiado”. (Traducido del catalán). Pero un poema que acaba con una frase contundente, más contundente tal vez que su propia intención: “Adiós, España”. Este poema es todo un símbolo y todo un manifiesto. Es un programa político poetizado. Es el programa político con el que nace el nacionalismo catalán y con el que atraviesa todo un siglo, hasta nuestros días.

¿Qué es lo que propone a España, Maragall, en su poema? En el lenguaje actual, diríamos que dos cosas. La primera, cuando le dice que le va a hablar en su propia lengua, simplemente que le entienda en esta lengua. En una España uniformizada, en la que oficialmente sólo ha existido una lengua española, en la que -en expresión del siglo XVII, de Olivares- se ha querido reducirlo todo a los usos y costumbres y leyes de Castilla, pedir a España que entienda a alguien que le habla en catalán es pedir una España fundamentalmente distinta, refundada, convertida en un Estado capaz de acoger todas las culturas. Un Estado a la suiza, plural, abierto. Maragall le pide a España que reconozca la lengua y la cultura catalanas, es decir, que reconozca su propia pluralidad y sus propia diferencias internas. Que no imponga a todos una lengua única y una cultura castellana.

Pero Maragall hace en paralelo otra petición: “Pensabas demasiado en tu honor y demasiado poco en tu vida” o “Dentro de las venas, la sangre es vida, vida para los de ahora y para los que vengan; derramada, está muerta”. En otras palabras, un cambio de valores. Dejar atrás los valores preindustriales, predemocráticos, preburgueses, del honor y el valor y adoptar los valores de la Europa contemporánea, de la Europa mercantil e industrial, la vida, el trabajo, la transformación del mundo por las propias manos, la creación de riqueza. Maragall está pidiendo, con palabra poética, que España deje de ser diferente, que se convierta en un país europeo como los otros, que se modernice y se regenere, que deje de vivir de glorias pasadas y se adapte al presente.

Este ha sido durante cien años el proyecto político del catalanismo para España. En primer lugar, refundar España para pasar de un Estado uniformista a un Estado plural, para aceptar el derecho a la existencia normal de la lengua y de la cultura catalanas, como también de la vasca y de la gallega. En segundo lugar, modernizar el Estado para hacerlo eficiente, para que garantice el bienestar de los ciudadanos, para que se adapte al modelo democrático y mercantil que es hegemónico en toda Europa. Y contra este modelo pluralista y regeneracionista se han levantado los generales a lo largo de este siglo. Se levantó Primo y se levantó Franco. Contra este concepto nuevo y distinto de España se alzó la teorización fascista de la Falange y de los vencedores de la guerra civil. Muchas páginas de literatura filofascista sirven para probarlo. Y la reacción de Catalunya ante este rechazo está también en el propio poema de Maragall: si España no escucha esta petición, si España no se transforma bajo este impulso que le viene de Catalunya, el catalanismo responde con un “Adiós, España”. El catalanismo nace como un regeneracionismo de España. Es en la medida en que España lo rechaza, es en la medida en que su proyecto se convierte en imposible, que se radicaliza hacia el independentismo. Cabríamos en una España democrática, industrial y plural, en la que se pueda ser ciudadano del Estado sin dejar de ser culturalmente, lingüísticamente, catalán. No cabríamos en un Estado uniforme en el que lo catalán estuviese reducido a la categoría de una identidad folclórica y que no fuese capaz de dar a sus ciudadanos la libertad y el bienestar que necesitan.

Un siglo después

A lo largo de un siglo, las dos reivindicaciones del catalanismo no han sido atendidas. Lo fueron parcialmente durante la Segunda República, pero éste fue un paréntesis en una vida española marcada por las dictaduras y el totalitarismo. Al margen de la guerra, la república dura sólo cinco años y de ellos dos son el bienio negro, con el autogobierno catalán suspendido. Evidentemente, el franquismo es la negación de este proyecto y de hecho una de las obsesiones del franquismo fue la eliminación del catalanismo. Pero la transición democrática tras la muerte de Franco ha dado una nueva oportunidad a España para llevar a cabo las transformaciones que el catalanismo proponía hace un siglo. Con una ventaja: la transformación económica de los años sesenta crea las condiciones sociales para el arraigo de la democracia y para la regeneración del estado. En la España de la Segunda República, socialmente muy tensa, sin capas medias, sin mesocracia fuera de Catalunya, el enfrentamiento social era muy profundo. La España de los años setenta se ha transformado ya socialmente y económicamente, fenómenos como el turismo -pero también la difusión de la industrialización- han cambiado el espectro social y ha amortiguado las diferencias sociales respecto a Catalunya, aunque ésta siga siendo la zona de mayor dinamismo económico. De los setenta al final de siglo, los sucesivos gobiernos democráticos, tanto socialistas como conservadores, han conseguido una modernización efectiva de España y de su Estado. Lo español ya no es percibido como algo antiguo y obsoleto, sino que tiene un prestigio contemporáneo. En este sentido, la mitad del programa catalanista, del programa de Maragall cuando pedía transformar los valores y la estructura económica del Estado, ya se puede dar por cumplido.

¿Se ha cumplido también con la otra parte del programa del catalanismo, con el reconocimiento de la lengua y la cultura catalana, con la pluralización del Estado? Personalmente, yo creo que muchísimo menos. Pero, en cualquier caso, el contraste entre la uniformización obligatoria del franquismo, su opción por el centralismo en el poder, la persecución física de la lengua catalana, y la situación actual es tan grande que puede muy fácilmente crear una ilusión de normalidad plenamente conseguida. El catalán ha podido salir de las catacumbas, es una lengua usada en todos los ámbitos de la vida pública y privada, y goza de un estatuto de libertad. Asimismo, el modelo del Estado de las autonomías ha descentralizado el poder político y Catalunya tiene en estos momentos un grado de autogobierno muy considerable, dentro del contexto europeo.

Si en el programa del catalanismo de comienzos de siglo se pudiese dibujar una horquilla entre el mínimo y el máximo, podríamos decir que en estos momentos se ha cumplido ya al menos en sus grados mínimos. El catalanismo ha triunfado en sus objetivos mínimos. Ha conseguido transformar el Estado, modernizarlo, hacerlo más eficiente. Y ha conseguido también un grado de reconocimiento lingüístico y cultural notable. Esta transformación la ha impulsado directamente el catalanismo, a través de sus fuerzas políticas mayoritarias, que han tenido actitudes intervencionistas en la política española. Buena parte de estas transformaciones se realizan por presión política de los catalanistas, sea por la vía de su peso político en Catalunya, sea por la vía de su influencia en la política española. La participación de los nacionalistas catalanes, indistintamente como aliados de socialistas o de conservadores, en las mayorías de gobierno de España les ha dado la oportunidad de empujar estas transformaciones. Y la prueba de su éxito ha sido que, tras la reciente victoria electoral de José María Aznar y la mayoría absoluta del Partido Popular, no ha habido una involución en estas transformaciones, no se consideran reversibles, son cambios que ya han quedado introducidos de una forma clara en la estructura del Estado.

Nuevos objetivos catalanistas

El nacionalismo democrático sólo puede ser reivindicativo. Un nacionalismo que no pretenda, por la vía democrática, transformar las cosas y, por tanto, reparar injusticias y desigualdades, se convierte en un puro chovinismo, en una autoexaltación patriótica gratuita. El nacionalismo democrático es el que considera que hay una realidad cultural, identitaria, pero también económica y social, que exige una transformación y que, por tanto, pretende cambiar las coas. Un nacionalismo que quisiese dejarlo todo como está será pura explotación sentimental del patriotismo. El nacionalismo catalán ha sido siempre dos cosas, imprescindiblemente: democrático y reivindicativo. Democrático, porque al otro lado de la trinchera política ha tenido siempre una concepción de España uniformista y totalitaria muy poco compatible con la democracia. El franquismo sería su más clara expresión. Reivindicativo, porque siempre ha considerado que la realidad no era aceptable tal como estaba expresada, sino que hacía falta más poder político, más reconocimiento simbólico, más posibilidades económicas, para garantizar la supervivencia de una identidad nacional, cultural y lingüística amenazada.

Por primera vez en la historia reciente de Catalunya, una parte muy importante del pueblo de Catalunya puede entender que ya no hay nada que reivindicar. Que todo aquello que reivindicaba ya se ha conseguido. Si esto sucede y, sobre todo, si esto sucede en el interior de los propios partidos nacionalistas, estos partidos tendrán que desaparecer como tales. Serán partidos de derecha, de izquierda o de centro, socialistas o demócrata-cristianos, de ámbito catalán si se quiere, de sensibilidad catalana, pero no nacionalistas. El nacionalismo es por naturaleza reivindicativo. Si la sociedad y los partidos catalanes creen que ya se ha llegado a la meta, que los objetivos ya han sido alcanzados, entramos en un horizonte post-nacionalista. Hasta ahora, para entender la vida política catalana hacía falta un mapa bidimensional, con dos ejes perpendiculares: el eje derecha-izquierda y el eje catalanismo-españolismo. Si este segundo eje desaparece, entraremos en un horizonte postnacionalista en el que las fuerzas políticas se situarán solamente un eje derecha-izquierda y competirán en todo caso por su capacidad de gestión.

Pero una parte importante -mayoritaria o no- del nacionalismo catalán no cree que los objetivos fundacionales del catalanismo se hayan conseguido. Incluso una parte cree que estos objetivos no se van a conseguir nunca en el ámbito del Estado español, que el Estado español no puede aceptar los niveles de refundación y de pluralismo interior que exigiría el pleno cumplimiento del programa catalanista. Esta amplia facción del catalanismo se resiste a entrar en el horizonte postnacionalista, porque en su concepción de lo que se trataría no sería de un Estado que acepta su pluralidad lingüística, aunque consagre un estatuto de desigualdad entre las lenguas -una, oficial en todo el Estado; las otras, cooficiales solamente en una parte del territorio-, sino de un Estado que reconozca su pluralidad nacional. Es decir, de un Estado en el que la españolidad sea una adscripción administrativa, una forma de ciudadanía, y sea posible definirse nacionalmente como cosas distintas a español.

Para estos sectores del catalanismo, el objetivo de transformación económica y social del Estado, de regeneración del Estado, ya se habrían cumplido, tal vez. El Estado español ya sería eficiente y moderno, prestigioso incluso. Pero el objetivo de reconocimiento de la pluralidad interna se habría conseguido de una forma muy insuficiente. Otros estados de nuestro entorno tienen niveles mucho más altos de reconocimiento simbólico de su pluralidad. Por ejemplo, el Reino Unido mantiene grados de reconocimiento de las identidades y los símbolos de Escocia o de Gales superiores a las que dibuja el Estado español de las autonomías, que en el ámbito simbólico y sentimental es muy uniformista. Frente al nacionalismo catalán existe un fuerte nacionalismo español, que afecta a la derecha y a la izquierda españolas y que a menudo se convierte en su rasgo ideológico más acusado. El nacionalismo catalán quiere construir un poder político catalán, a partir de la existencia de una nación cultural e histórica catalana. El nacionalismo español quiere construir una nación cultural, histórica y sentimental española a partir de la existencia de un Estado, quiere utilizar los fortísimos mecanismos del Estado para crear una conciencia nacional española generalizada allá donde históricamente no ha existido hasta ahora.

Para este catalanismo todavía nacionalista -es decir, todavía reivindicativo-, Catalunya no ha alcanzado todavía los niveles de poder político, de poder económico y de reconocimiento institucional y simbólico que necesita para sobrevivir como identidad nacional y cultural. El programa catalanista de hace un siglo se ha cumplido en los mínimos que permiten respirar, pero no en los niveles que permiten afrontar el futuro con la tranquilidad -también relativa- con el que lo afrontan otras identidades nacionales y culturales, la danesa, la húngara, la portuguesa, que tienen la estructura política que necesitan. Este nacionalismo catalán continua existiendo. No sabemos si en estos momentos es o no es mayoritario, si la mayoría considera que ya se ha llegado al final del camino, que no hace falta reivindicar nada más. Pero lo que parece obvio es que existe. Y su lema sería, por encima de todo, la plurinacionalidad. No el plurilingüismo y la pluriculturalidad, solamente. Si no la construcción de un Estado en el que pudiesen convivir lealtades y sentimientos nacionales diversos.

¿Qué quieren los catalanistas?

En el debate político español, se ha convertido en casi un tópico preguntar qué quieren realmente los catalanistas. Nunca están contentos. Nunca se dan por satisfechos. Están instalados en la reivindicación permanente. Siempre quieren más. ¿No será que, en definitiva, sólo quedarán satisfechos con la independencia, colgando su bandera de un mástil en las Naciones Unidas? La pregunta no es fácil de responder. Porque toda respuesta es relativa y cada uno habla por sí mismo, no en nombre de los otros. Personalmente, yo creo que la respuesta ya se dio hace cien años. El catalanismo era un proyecto, en el poema de Maragall que comentábamos antes, de regeneración del Estado y de refundación nacional del Estado. Si este proyecto se acepta, perfecto. Y para una parte del catalanismo, este proyecto ya ha sido aceptado, ya se ha conseguido. Para otra parte del catalanismo, aún es imprescindible el esfuerzo de política democrática, de convencimiento, de debate, de pedagogía, para que se adopte este proyecto, que se considera más abierto, más democrático, más plural, más respetuoso con la realidad que el que está actualmente en funcionamiento. Maragall, en su poema se dirigía a España. Le decía unas cuántas cosas que le parecían imprescindibles. Sólo al final del poema, en el último verso, ante la posibilidad de que estas peticiones no fuesen escuchadas, daba su respuesta: “Adiós, España”.
Vicenç Villatoro."
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Aquí la "España" de Joan Maragall y la Burguesía Catalana

ODA A ESPAÑA

Escucha, España, la voz de un hijo
que te habla en lengua no castellana;
hablo en la lengua que me ha legado
la tierra áspera;
en esta lengua pocos te hablaron;
en la otra, demasiado.

Demasiado de los saguntinos
y de los que mueren por la patria;
y por tus glorias y tus recuerdos,
recuerdo y gloria de cosas muertas,
triste has vivido.

De distinta manera quiero hablarte.
¿Por qué derramar la sangre inútil?
La sangre es vida, si está en las venas,
vida hoy, vida para los que vengan;
vertida, es muerte.

Demasiado pensaste en tu honor
y escasamente en tu vida:
tus hijos, trágica, diste a la muerte.
Mortales honras te satisfacían;
tus fiestas eran tus funerales,
¡oh triste España!

Yo vi barcos zarpar repletos
de hijos que a la muerte entregabas:
sonriendo iban hacia el azar,
y tú cantabas junto a la mar
como una loca.

¿Dónde tus barcos? ¿Dónde tus hijos?
Pregúntalo al Poniente, a la ola brava:
perdiste todo, a nadie tienes.
¡España, España, vuelve en ti,
rompe el llanto de madre!

Sálvate, sálvate de tantos males;
que el llanto te haga alegre, fecunda y viva;
piensa en la vida que te rodea;
alza la frente,
sonríe ante los siete colores del iris.

¿Dónde estás España, dónde que no te veo?
¿No oyes mi voz atronadora?
¿No comprendes esta lengua que entre peligros te habla?
¿A tus hijos no sabes ya entender?
¡Adiós, España!

Versión de José Batlló

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Y la
España, plural de Miguel Hernández y la Izquierda

VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra:
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.

... ... ...

Dos maneras distintas, de ver el "conceto". De la derecha centralista, no conozco ninguno. Bueno, alguno sí. Mejor no lo pongo. Qué mejor que la cope y Federico. En una consulta, referendum, etc, sobre la utodeterminación de Catalunya, yo votaré, , sin dudarlo. Lo que no se, es hasta cuando mi apellido, me delatará como Català de "segunda". Solo hay que ver, lo radicales que son, todos. Los unos, y los otros. Sobre la Inmigración, Integración y la Tolerancia, ya me signifiqué en su día en este Blog. Y las dos últimias, no salieron bien paradas.

Napoleón Bonaparte (apodado en su tiempo por: “El petit Cabró”).

1 comentarios:

ILDEFONSO MARMOL dijo...

Las nacionalidades las inventaron los ricos, para que los pobres les defiendan gratis sus propiedades.Que tontos somos, ¿cuando abrirán los ojos algunos?

Unos cuantos se embolsan un montón de millones, disfrutando jugando al futbol y los que no tienen para comer los ponen en altares como si fuesen dioses.

Casi todo lo que escribes es una realidad y se puede comprobar en miles de libros de miles de bibliotecas de todo el mundo.

Pero aquí solo interesa lo que digan el Mundo, La Razón, La cope y otros mas o menos dedicados a defender los intereses de bien pocos.