viernes, 9 de abril de 2010

El poder de los políticos

Los políticos que nos gobiernan tienen entre su pluma, la que firma decretos, un poder inmenso que creo, demasiadas veces no saben ponderar. Si se les mete una cosa en la cabeza ya puedes empezar a poner velitas a la virgen para ver si lo omnipotente puede hacer entrar en razones al mortal, mediante la petición a su intervención.

El poder es difícil de llevar, sobre todo cuando muchos se creen dioses al no saber diferenciar lo terrenal de lo divino. Si juntamos el creérselo con las armas de” destrucción masiva” que las ley les da entonces si pueden creerse definitivamente ser “el/los” enviados del infalible en la tierra, bueno en la parcelita que controla.

Aunque nos pilla un poco lejos en Valencia estos días la prepotencia de una Alcaldesa está pasando por encima de más de 1600 familias, incluso dicen que por encima de la ley, como en otros casos cuando esta se defina, el mal, suponiendo que este mal, será irreparable.

Aunque no conozco la historia en su profundidad, sí que se cual es el problema. Un día alguien, la Alcaldesa, un técnico, un concejal o vete a saber quien pensó que era necesario alargar una avenida, de 100 metros de ancho, hasta el mar sin pensar en los daños colaterales, seguramente por el poder que tienen o por lo infalible de su decisión no pensaron en los miles de ciudadanos a los que afectarían su “divino” decreto.

Pues bien para hacer, ampliar o alargar la avenida Blasco Ibáñez de Valencia tienen que derribarse unos 600 edificios y alrededor de 1650 viviendas de un barrio, dicen que muy degradado, de esa ciudad, el cabanyal.

Aquí entran las armas de destrucción masiva. Las excavadoras llevan un par de días destruyendo casas centenarias y ayer mismo vimos en todas las teles como unos uniformados se empleaban a fondo repartiendo porrazos a diestro y siniestro.



Como decía al principio de este post creo que los políticos, si están iluminados mucho más, tienen demasiado poder en su plumas, por un lado tienen poder sobre las excavadoras y por otro sobre los uniformados que las llevarán a golpe de porra hasta su víctima. Si juntamos las dos podemos encontrarnos con ciudadanos “jodidos” y encima apaleados.

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