jueves, 24 de abril de 2008

Las crisis económicas siempre empiezan por los más débiles

Zapatero, SuperZP para los “amigos”, anunció a bombo y platillo que España había llegado a la ‘Champions’ de las economías mundiales allá por septiembre del 2007. Tres meses más tarde, el que ”más sabe” de esto, minimizaba la cuestión, de la crisis económica que ya se veía venir. Claro había elecciones a la vista y no era cuestión de decir la verdad, que no era otra que, ya algunos datos apuntaban que la cosa no era tan bonita como nos trasmitía el gran ZP y sus colegas de gobierno.

Ahora una vez pasadas las elecciones la cosa es otro cantar, ya se habla abiertamente de crisis económica, el desempleo crece y crece, la desaceleración económica es cada vez más evidente, la inflación esta a unos niveles muy altos, , incremento de la morosidad, mayor dificultad para acceder a financiación personal ya que los bancos han cerrado el grifo, el endeudamiento exterior que soportamos, el parón en la construcción, etc,etc.

Todo ello y algunas cosas más hacen que la crisis ya este en nuestras calles. Seguramente muchos de los que lean esto dirán, pues no será para tanto ya que yo no noto nada, pues es posible pero hay síntomas importantes de que esto ya esta aquí y no sabemos cuanto durará, ya que hemos pasado de no estar en crisis económica antes de las elecciones, a estarlo un poquito después de estas y ahora ya se aventura el fin, yo desde luego no me lo creo, pero doctores tiene la iglesia.

Hay un dato importante de cómo están las cosas y este es ver por donde comienzan todas las crisis, recordar la historia de la hipotecas sublime que es resumiendo que en época de bonanza económica se dan créditos “dudosos” a gente que tiene precariedad laboral ya que estaban endeudados mas de los soportable, si a eso añadimos el sobreprecio de la vivienda, cuando llega la crisis es mejor que te embarguen la vivienda que seguir pagándola ya que ahora ni vendiéndola, los precios han bajado, podrías pagar la hipoteca ya que el precio que pagaste es muy superior al actual del mercado, esta no es solo la causa aunque yo creo si la más importante ya que los bancos tienen ladrillos, viviendas embargadas, pero no dinero contante y sonante. Pero sigamos, que pensamos que esto de las sublimes no nos llegaría a nosotros.

Toda crisis empieza siempre por los más débiles y estos son los inmigrantes. Ya hay bastantes síntomas de que estos lo pasaran mal, muy mal. Muchos inmigrantes estaban trabajando en la construcción y esta ha sufrido un parón importante con el consiguiente despido de miles de trabajadores inmigrantes. En época de bonanza económica trajeron a sus familias y ya no era cuestión de compartir el piso con otros compatriotas por lo que se compraron una vivienda, trabajaron duro por muchísimo menos sueldo que los “autóctonos”, pero todos contentos,. Ellos porque empezaban a ver su sueño realidad, las fincas porque vendían pisos y más pisos, lo bancos porque prestaban dinero, los Ayuntamientos porque tenían nuevos clientes que pagaban impuestos, los españolitos porque vendían sus viviendas a inmigrantes y se mudaban a pisos más grandes y otra vez a la rueda del banco, hipoteca etc,etc. Todos contentos y los que más los Ayuntamientos por los ingresos del tocho, los bancos porque ganaban dinero a sacos llenos, los españolitos porque subían de “categoría” y los inmigrantes porque su sueño estaba cerca.

Ahora el “problema” es que muchos de ellos tienen que “devolver” a sus familias al pueblo, quedarse ellos y como no pueden pagar la hipoteca volver a los pisos pateras, esperando nuevos tiempos en que otra vez la bonanza económica les pueda dar la oportunidad de traerse a la familia, comprar o alquilar un piso y esperar que esta vez tengan, más suerte y el ciclo económico dure lo suficiente.

Pero como los ciclos de las crisis son cíclicos, épocas más cortas o largas pero siempre vuelve, ahora estamos en una época complicada y parece que nadie quiere ponerle el cascabel al gato, por lo menos públicamente.

Echarle un vistazo a la editorial del Periódico

EL PERIODICO. Editorial 21/04/2008

"Como queda plasmado en la información que hoy publica EL PERIÓDICO, la crisis empieza a hacer estragos y se ceba en el sector social más débil, el de la inmigración. La debacle de la construcción empuja a muchos ciudadanos de origen extranjero al paro e impide la progresiva adaptación que estaban consiguiendo en un país nuevo para ellos. Además, el encarecimiento del precio del dinero y el aumento de las hipotecas están cercenando de raíz el sueño europeo de muchos de ellos, la voluntad de integrarse con sus familias en una sociedad que les daba la oportunidad del empleo y de la prosperidad. Ateniéndonos a las cifras, el problema empieza a ser considerable. En primer lugar, por el drama individual que comporta. Los testimonios de los afectados quedan sobre la mesa como una especie de fracaso personal, como la quiebra de un interés explícito de arraigo en virtud del derecho a un futuro mejor para ellos y sus familias. En segundo lugar, se vislumbra un panorama general ciertamente preocupante. Si en un primer estadio, la llegada de inmigrantes (marroquís, subsaharianos, paquistanís o de otras procedencias) se desarrollaba con parámetros de inestabilidad y precariedad económicas, para pasar después a una determinada etapa de asentamiento, ahora (con la eclosión de la crisis) parece que estamos ante la posibilidad cierta de un paso atrás, con lo que ello conlleva de toque de alarma en cuanto a dignidad de las personas y problemáticas de todo tipo. Acceder a una vivienda significa mucho más que un avance en el entramado social. Mucho más que un alejamiento del lado oscuro en que se ha movido buena parte de la inmigración en nuestro país. Un piso significa una apuesta por la normalidad, por la cohesión, por la convivencia. Tener que renunciar a estas conquistas (por menores que sean) introduce, sin lugar a dudas, un serio factor de desestabilización. La sociedad, en su conjunto, tiene el deber de procurar que la ola que se avecina no alcance niveles críticos. La Administración, como ha ocurrido en otros lugares, tiene que estudiar la implantación de medidas que aminoren el riesgo. No solo por un mínimo respeto a quienes apostaron por quedarse a vivir en paz entre nosotros, sino también como política disuasoria ante la eventualidad de una deriva colectiva que, a partir del drama individual, podría acabar en una tragedia"

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